
' alejandra'haro says: (9:01:27 AM)
Cuentan y cuentan las ramas de árboles que en una de sus tantas vidas de hojas secas rellenas de otoño, se destruían los pastos unos a otros por un pedazo más que ocupar en esa tierra.
Arrancaban una a una sus propias raíces y se tragaban cada una de las arenosas piedras, sin pensar si quiera en lo oscuro de su verde piel.
Comenzaron así por matar a esa que los cobijo en el desierto, que los seguía en viajes y hasta dentro de una habitación de sales, aún se ven rastros de su polvo.
Por ocupar un espacio no correspondido, se colaron por sus grietas, la arrancaron hasta hacerla infértil.
Y en un día de marzo la lluvia se comió a los pastos.