Monday, December 07, 2009

Cosas que nunca se olvidan.

Un sábado frío por la tarde y ella leía. Estaba concentrada en las letras de un francés, cuando de pronto una ráfaga de aire trajo un ave a su ventana. El ave golpeó con fuerza causando tal estruendo que ella brincó de un susto. Se acercó a la ventana para ver al animal sangrando pegado al vidrio, la abrió y descubrió que de su pico colgaba un dedo apuntando hacia la izquierda. ¿Un dedo? Era demasiado ilógico, demasiado improbable que precisamente a ella, le tocara ver, por primera vez un dedo sangrante en el pico de una paloma, así que eso la hizo voltear por default.
Sus ojos se horrorizaron, ya no podía ser una casualidad mirar un cuerpo colgado del segundo piso. Era demasiado para una tarde fría, volteó la cara con asco por el olor que le causaba ese cuerpo putrefacto.
El cadáver era de un hombre, vestido en ropas elegantes, de tez morena y de estatura media. Tenía una herida en la cabeza que delataba que no pudo tratarse de un suicidio. Su rostro estaba un poco desfigurado, aunque podía notarse que se trataba de alguien de buen parecido, su cuerpo estaba tieso y una de sus manos apuntaba hacia el cielo.

Sería demasiada coincidencia, así que con miedo decidió mirar lo que el cadáver le pedía. Cerró los ojos primero y con miedo levantó el mentón hacia el cielo.
No pasó nada.
Apretando los ojos decidió entreabrir uno a uno y en el cielo se veía un escrito, abrió los ojos para leer el mensaje de su presunto asesino: "Nadia ¿te casarías conmigo? R."

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