
La segunda vez que trató de cortarse la garganta las voces le rodearon expectantes, ansiosas por la sangre cálida que les ofrecería; pero esta vez él sólo había obrado por nostalgia, y la sangre carecía de sabor, y le abandonaron agonizante. “Ella”, la que le había tentado, también se fue.
Las penas y la vergüenza sufrida aquella noche, cualquiera que fuera, se había fundido con la idea del abandono. Y una vez más de cantar y suprimí al silencio. Y mi papel, desde entonces, se redujo, con la boca abierta y el aire ausente y sin pensarlo pasaron varios días, hasta que la muchedumbre dejo de poner su mirada en mí, deje de sentir, y de escuchar las mismas voces y comencé una nueva manera de sobrevivir, no sabría decir si era más fácil, o no, pero era una buena salida.
siempre me han gustado mis letras rosas*
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