Wednesday, July 19, 2006

Se aproximó el ruido a llegar a sus oídos, a expensas de una voz distorsionada, al tiempo de sus manos en continuo movimiento, donde el brincoteo, el sudor y los ojos rojos son el rasgo común de las personas.
Se inclina el whisky, se acomoda el vaso y puede percibirse en los sentidos el olor a dulce concentrado desinhibidor de gente con un “ligero e insignificante” grado de licor.

Alguna vez alguien me dijo “ ese es el elixir de los hombres” , o algo parecido.
Resbalándose por las paredes, besando al hielo, deshaciéndolo poco a poco, se logra llegar al fondo. Estoy seguro que eso fue lo que me dijo o se le acerca, pero normalmente el palpable ambiente de los cuerpos no te deja escuchar mucho.
Entre uno y otro trago, al final de la botella estaba ella, no “ ella” la de ayer, ni ella la de hace rato, simplemente era otra ella y no sabía cómo llamarla.
Con el equilibrio ahogado, pero aún lo suficientemente estable para estar de pie.
Ella, bailándole a su misma sombra, al reflector del techo, desviando la mirada mientras pasa entre la mía, borracha, perdida, cumpliendo con otro rasgo común de los presentes, no percibe que la observo atrás de los cristales.

Tragándome el aliento, espero a que pase algo,mientras sorbo a sorbo se ve distorsionada su silueta .

Tres minutos.
Dos minutos más.
Y sigo en la misma condición que la observada.
Un último y ya.
Esperando, a través de la botella, que está un poco vacía .
Se resbala el whisky por entre los hielos, pero esta vez no llega al fondo.
Y ella, ya no está.
- Otra botella de whisky por favor.

1 comment:

aleharo said...

El negro bebió
bailando candombe
lágrimas de su tambor
genial

Pociones de amor
volcó en mi guitarra
la luz de su redención
final

Esos cueros llevan sueños
al otro lado del mar
... y un viento de arrabal

La noche silbó
su antigua milonga
y en mi país se oyó
cantar

Eduardo Makaroff